Posted: 02 Oct 2013 01:00 AM PDT
Melbourne, ejemplo de ciudad difusa
Existe una fuerte relación entre el urbanismo y la movilidad urbana y, es que, la forma de hacer ciudad condiciona el número de viajes y la distancia de los mismos. De forma muy simplificada, existen dos modelos extremos de ciudad:
La ciudad compacta o vertical, típicamente mediterránea, ocupando un espacio urbano integrado en el que intervienen entremezclados distintos agentes sociales, económicos y culturales, convirtiendo la ciudad en un ente ciertamente complejo, donde es posible la interacción entre sus habitantes.
La ciudad difusa u horizontal, típica de los países de tradición anglosajona (ante las doctrinas higienistas y del urbanismo de las ciudades jardín imperante a finales del siglo XIX), la cual trasciende sus orígenes y se esparce por el territorio, configurándose como un conjunto de áreas separadas especializadas para la vivienda, el comercio o la industria. Esta separación genera segregación y no permite la interacción de la misma manera que la ciudad compacta. Suelen tener un centro que aglomera el sector comercial y cultural y una periferia que se extiende a lo largo de un gran área con suburbios residenciales y reductos de uso industrial.
Esta dicotomía marca las necesidades de transporte y los hábitos de movilidad de los habitantes de las ciudades.
En las ciudades mediterráneas las distancias son más cortas debido a la mezcla de usos del suelo que hace que los equipamientos básicos de la ciudad estén más cerca de las viviendas y los lugares de trabajo y estudio. Por ello, muchos de los viajes pueden realizarse caminando o en bicicleta. Además, la ciudad compacta presenta una mayor densidad, lo que hace más eficiente el transporte público en ellas.
Por contra, la ciudad dispersa obliga a recorrer distancias más largas y su baja densidad hace ineficientes los servicios de transporte público, que tienen que atender grandes distancias, realizando unos recorridos cuando menos peculiares (un ejemplo es la línea 161 de la EMT a su paso por Valdemarín, con un recorrido bastante poco razonable entre la Avenida del Padre Huidobro y la Calle de La Salle). Ante esta dificultad para prestar servicios de transporte público de calidad y el aumento del tiempo empleado en el viaje, el transporte público deja de resultar atractivo y se tiende a utilizar más el vehículo privado. Además, algunas de estas zonas carecen de aceras adecuadas y algunos de los nuevos desarrollos se “inauguran” antes de que el transporte público llegue a la zona, por lo que el uso del coche pasa de ser una elección a una necesidad, muchas veces con una ocupación escasa (o incluso con un solo viajero).
Vitoria, ejemplo de ciudad compacta
En los últimos años España ha asistido a un proceso de cambio en la forma de hacer ciudad. Es lo que se conoce como urban sprawl, que en el caso de ciudades como Madrid, Barcelona o Bilbao ha conducido a la anexión de municipios por parte de la ciudad principal hasta configurar grandes conurbaciones conocidas como áreas metropolitanas. Por supuesto, la gestión del transporte en estas áreas es mucho más compleja que en la propia ciudad y, a veces, cuando se quiere resolver la papeleta, no se hace de la mejor forma posible y se realizan proyectos como Metrosur o el Cercanías a Navalcarnero, con unos estudios de demanda completamente exagerados y un resultado que ya se ha comentado en este blog.
Este fenómeno, que en Estados Unidos se produjo ante la libertad de diseño inicial al no existir condicionamientos a la urbanización por asentamientos más antiguos, permitiendo la construcción de grandes infraestructuras y una expansión casi ilimitada, produce grandes problemas en nuestras ciudades. A los problemas propiamente dichos de la ciudad dispersa (consumo antieconómico de recursos y energía, mal aprovechamiento del suelo disponible, aumento de las externalidades del transporte, deficiente regulación del planeamiento urbano, pérdida de complejidad de las funciones urbanas, dificultad en las relaciones humanas, encarecimiento de la provisión de servicios públicos, etc) se suman los propios de la limitación del espacio a construir.
Además, es un fenómeno retroalimentado de forma continua, ya que la solución a la congestión de determinados itinerarios es la construcción de nuevas infraestructuras que suponen a su vez la ocupación de nuevos espacios, que progresivamente se verán saturados. Las nuevas vías, cada vez más alejadas de los espacios centrales, aumentan las distancias y el consumo de energía y recursos, para empezar de nuevo con la construcción de más infraestructura. Y así sucesivamente.
Y ya si le sumamos que el comercio se produzca en polígonos industriales en mitad de la nada… Eso sí, en edificios perfectamente “sostenibles” para que encima haya quien se cuelgue medallas en forma de Responsabilidad Social Corporativa.
Así, aunque parte del daño sea ya irreparable de forma sencilla, existen numerosas voces que reivindican la ciudad compacta como oportunidad para la interacción social y el respeto por el medio ambiente (en la medida en que la ciudad lo permite, claro). La solución a este problema no es fácil y existen pocos antecedentes de decrecimiento urbano, siendo Detroit quizá el ejemplo más característico, pero interpretar y analizar la situación es, sin duda, uno de los primeros pasos a dar.
|
Visión. Movilidad peatonal y vehicular segura en todas las vías del Departamento de Boyacá.
domingo, 6 de octubre de 2013
LA CIUDAD DIFUSA *
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario