“Marzo ventoso y abril lluvioso hacen a mayo florido y hermoso”
Me llama la atención mi amigo Mikel Bort, cabo de los Mossos d’Esquadra allá por tierras limítrofes entre Tarragona y Castellón, sobre las imágenes que hace unos días dieron la vuelta a los medios y que mostraban un tráiler a punto de volcar en medio de la autopista por la acción del viento que azota aquella zona con relativa frecuencia. Tanta, que los vuelcos de camiones son un clásico por allí.
Él me lo comenta tal y como lo vive personalmente a pie de pista. Hace una señal al conductor para que este detenga su inmenso vehículo. Entonces le explica que hay fuerte viento lateral y que resulta más seguro detener el tráiler cuanto antes en el mejor lugar posible. El conductor le dice que sí, que vale, pero continúa la marcha. Mikel se queda mirando al horizonte, planteándose en silencio muchas cosas que se resumen en un simple pero cristalino “¿vale la pena?”Nuestra conversación deriva hacia el problema de fondo del mundo del transporte. Le cuento a Mikel mi tesis según la cual, contrariamente a lo que decimos por principio, en algunas ocasiones pasa con la siniestralidad vial laboral que el responsable final no está a los mandos de un camión, sino empuñando fieramente un teléfono, ordenando que la carga esté cuanto antes en su lugar de destino, no importa el tiempo que haga ni tampoco el resto de condicionantes que puedan existir.
No generalizo. Desde luego en todos los sectores hay de todo: gente precavidísima y gente que no lo es tanto. Pero lo que sí puedo atestiguar es que en las empresas muchas veces no se tiene en cuenta que un camión es al fin y al cabo un vehículo que se mueve en un entorno circulatorio y que, por tanto, está sometido a todos los factores de riesgo propios del tráfico. Eso, que al lector medio de Circula Seguro le parece una obviedad, pasa desapercibido por muchos resposables de compras, de ventas, de almacenes… y así hasta llenar la cadena logística por completo.
El tráfico no es una fábrica de tornillos. No es cuadriculado. No es previsible al 100%. De hecho, las fábricas de tornillos tampoco sacan productos cuadriculados ni previsibles al 100%, pero por fortuna para sus trabajadores los márgenes de error son ínfimos si los comparamos con el absoluto caos ordenado que es la circulación de vehículos por las vías públicas.
Por eso, cada vez que alguien empuña el teléfono para exigir que tal producto esté “aquí a primera hora” (frase tópica do las haya) en el fondo está trabajando para que en alguna parte alguien cometa en última instancia una imprudencia que le puede costar la vida a él mismo y a quienes pasen por su lado en el fatídico momento del siniestro vial. ¿Quería conservar su empleo? Pues ha perdido la vida.
Añado un interesante matiz que le leí el otro día a Vicente Herranz, director del programa ‘Luz de Cruce’ en COPE Valencia:
La Seguridad Vial de los trabajadores está en manos de los propios trabajadores ante todo. Hay que empezar a hacer una política para que el empresario pueda conocer mejor al trabajador, por ejemplo, si tiene problemas de drogas, de alcohol, antecedentes penales, etcétera.Estoy de acuerdo. Hay conductores que son como para echarles de comer aparte o, por decirlo de un modo más fino, hay conductores que precisan de una especial atención en lo que a valores y comportamientos se refiere. Y la persona que les va a procurar un empleo y un salario debe tener unas mínimas garantías de que las personas que contrata no van a representar un peligro en la carretera y, a la postre, un problema para la empresa.
De todas maneras, esta es una pelota que viene y va. Y de igual manera que el empresario debe conocer las formas que se gastan sus conductores, no estaría de más que se pusieran los mecanismos necesarios para conocer mejor a determinados empresarios, por ejemplo, si han tenido problemas con tacógrafos, con limitadores de velocidad, con siniestros viales…
Responsabilizar de todo al conductor que además vive de lo que le paga el empresario me parece quedarse con la mitad de un problema que es mucho más profundo que todo eso. Por mucho que digamos que el conductor tiene la última palabra, a la práctica la última palabra, la más temida por muchos conductores, se llama “finiquito” y no “vuelco” o “colisión”.
Fuente: Revista Circula Seguro
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