Posted: 14 May 2012 09:08 PM PDT
En el artículo anterior de esta mini-serie vimos los dos momentos de la fase de percepción, la visión subjetiva y real. Ahora hablaremos sobre la siguiente fase, la fase de decisión y ejecución para seguir explicando los acontecimientos que existen previos al conflicto o resultado final.
Me mantengo en mi postura al afirmar sobre la importancia de una buena percepción del riesgo para entender nuestro comportamiento cuando vamos al volante. La atención y anticipación en la tarea de conducir supone tener reservado un as para ganar la partida a lo que sucede sin esperarse.
Prever cualquier peligro, como el ejemplo que comenté sobre el obstáculo en mitad de la calzada, supone ganar tiempo y reaccionar con éxito. Y ya sabemos que en materia de metros por segundo, el espacio se reduce muy rápidamente. Veamos algunos ejemplos.
El tiempo de respuesta y la maniobra como decisión
El tiempo que tarda el conductor en comprender la situación que se le presenta, tomar una determinación y efectuar la maniobra acertada es el momento de la fase de decisión. En dicha fase se encuentra la reacción por acción u omisión. Es decir, el punto donde una persona responde al estímulo generado por la percepción del peligro e inicia una valoración rápida de la maniobra elegida para evitar o minimizar el conflicto.
A pesar del poco tiempo que supone seleccionar una maniobra, tenemos que tener en cuenta que mientras sea materializada la misma, el vehículo sigue en movimiento y se recorre una distancia que dependerá del tiempo de respuesta, el estado de alerta del conductor y la velocidad del vehículo. Pisar el freno es bien sencillo pero conlleva un tiempo al que hay que sumarle la efectividad del sistema de frenado. No podemos olvidar que el desplazamiento del pedal de freno en seco, sin caer en la trampa de utilizar el pedal de embrague tiene su propio recorrido que dependerá de la fuerza empleada en su activación.
También el tiempo de respuesta es variable y oscila con arreglo a la edad, estado físico y anímico del conductor. Ya sabemos que a mayor edad, fatiga, cansancio, distracción o desatención, aumenta el tiempo de reacción. Por otro lado, el entorno vial es muy cambiante y eso implica tener que adaptarse al medio. Por ejemplo, conducir con lluvia o con tráfico denso, hace que la concentración requiera más esfuerzo y por tanto, más estrés al volante. De ahí que sería necesario una puesta a punto del conductor y si está preparado para afrontar estas situaciones nuevas. También sería interesante a la adquisición de un vehículo que por parte del concesionario o su personal cualificado dedicaran unas sesiones prácticas sobre las prestaciones del vehículo.
Cómo reaccionar ante situaciones de riesgo
En cualquier momento de decisión lo mejor es hacer lo correcto, luego lo incorrecto, y lo peor es no hacer nada. Theodore Roosevelt (1858-1919) Político estadounidenseLa maniobra depende, además de una buena disposición y reflejos del conductor, de la rapidez con que se aplica. Cualquier indecisión, maniobra inadecuada e incluso poco prudente puede derivar en un incidente vial. Asimismo, la ausencia de respuesta y cualquier reacción no deberá causar un mal mayor al que ya existe. Por ejemplo, si observamos que podemos colisionar por alcance contra el vehículo que nos precede y realizamos un giro de volante hacia la izquierda invadiendo el carril de sentido contrario de una vía con doble sentido de circulación las consecuencias pueden ser peores que si frenamos y sin soltar las manos del volante lo giramos hacia la derecha pero sin salirnos de la vía.
Al volante existen determinadas maniobras que nos pueden salvar ante cualquier apuro. Son las llamadas maniobras evasivas por tratarse de maniobras cuyo objetivo es evitar el conflicto, lo contrario sería maniobra evasiva errónea como el supuesto anterior sobre el giro de volante hacia la izquierda. Es decir, es preferible salirse de la carretera por uno de sus márgenes que vernos ante una colisión frontal. De entre las más utilizadas y que me vienen a la memoria, podría citar algunas:
- Frenar de manera progresiva la velocidad hasta detener el vehículo si fuese necesario.
- Acelerar la velocidad para evitar ser alcanzado siempre y cuando no se genere un accidente.
- Señalizar los cambios de dirección incluso si circulamos en rotonda para advertir a los demás de nuestra intención.
- Evitar el efecto mirón por la posibilidad de sumar otro incidente vial además de crear retenciones.
- Respetar las distancias de seguridad tanto con el vehículo que nos precede como las separaciones laterales.
- Giro de volante hacia la derecha para evitar una colisión frontal o hacia la izquierda para evitar una salida de vía.
- Advertir la posibilidad de un incidente al resto de usuarios mediante el claxon o mediante la emisión de destellos de luz.
Por tanto, es compatible conducir en alerta y con todos los sentidos puestos al volante para evitar entrar en la fase de conflicto que veremos en el próximo artículo. También es muy importante, asumir la posibilidad de sufrir algún percance tanto en carretera como en ciudad, conocer las causas de los accidentes con ocasión del tráfico y saber cuál es la maniobra adecuada a cada situación para evitar lesiones a las personas, daños a los vehículos y en la vía o disminuir sus consecuencias.
Fuente: Revista Circula Seguro
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