Posted: 27 May 2012 05:00 AM PDT
Si un pequeño desperfecto en el cristal reduce la resistencia del parabrisas hasta en un 70 %,
podemos decir que esta señora tiene un buen problema de seguridad en su coche
podemos decir que esta señora tiene un buen problema de seguridad en su coche
Cuando hablamos de los parabrisas del coche, normalmente nos referimos a sus características como elementos de indudable valor en la seguridad activa del vehículo. Deben estar limpios, sin cortes ni rayaduras, deben permitirnos ver de forma diáfana... En fin, todo eso que ya sabemos. Sin embargo, en la calle normalmente no se considera demasiado el papel del parabrisas en la seguridad pasiva del vehículo, la que reduce los daños en caso de colisión.
Hasta ahora. Un estudio realizado por el Delegado de la UAB en la Escuela de Prevención y Seguridad Integral, Manuel Ballbé, y Yaiza Cabedo, del Equipo de Investigación de la UAB,
para la empresa de cambio y reparación de lunas Carglass explica que
los cristales del vehículo constituyen en un 30 % el sustento físico del
habitáculo. En un vuelco, sin un parabrisas en buen estado, el coche se puede aplastar con mayor facilidad.
Los datos se nos dieron a conocer el pasado jueves en Barcelona, y lo cierto es que la documentación aportada da como para tomarse muy en serio la salud de los cristales
del vehículo. La investigación en materia de lunas es constante desde
hace años, y no es casualidad que en los últimos tiempos proliferen
coches con techo de cristal. Sólo con los últimos avances en
investigación y desarrollo ha sido posible conseguir vidrios de gran
resistencia.
Ya hace tiempo que se constató mediante pruebas de choque
realizadas por los fabricantes de automóviles que el parabrisas
contribuye a que las deformaciones que se producen en el habitáculo
durante una colisión o en un vuelco sean menores. De hecho, en los
vuelcos en los que el techo se deforma hasta 10 centímetros, los
cristales aguantan la estructura del habitáculo.
La eficacia del airbag depende de un parabrisas bien instalado
El cristal laminado que incorporan los parabrisas, desarrollado para
la industria de la automoción a partir de 1920, constituye un elemento
clave para garantizar esta función. Las capas alternas de cristal y
polivinilo butiral (PVB) confieren al vidrio laminado una extraordinaria resistencia, pero también otros materiales son clave para que el parabrisas proteja de forma suficiente a los ocupantes del vehículo.
Sin una adecuada fijación con elementos viscolásticos
que distribuyan los esfuerzos que soporta el cristal, en caso de
impacto el parabrisas puede salir despedido, perdiéndose esta base de
resistencia para la carrocería del vehículo. Por otra parte, un elemento
como el airbag del acompañante, que se suele desplegar hacia arriba,
puede desprender un parabrisas mal fijado, desplazándose hacia el
exterior y perdiendo eficacia a la hora de proteger al ocupante del
vehículo.
Además, en un vuelco el mayor riesgo es que se expulse el parabrisas
hacia fuera de la estructura. Si el techo o los cristales son demasiado
débiles, los pilares de apoyo de la carrocería se deforman y se
derrumban cuando el techo golpea contra el suelo. Hace tiempo que el
parabrisas dejó de ser un mero aislante del exterior para convertirse en
parte de la estructura resistente de la carrocería.
¿Adónde nos lleva todo esto? Simplemente, a considerar que la
resistencia que ofrece el parabrisas es un punto clave en la seguridad
pasiva del vehículo. Si el cristal no está bien, esta función se pierde.
Se considera que un pequeño desperfecto en el cristal, provocado por
ejemplo por el impacto de una piedra, reduce la resistencia del
parabrisas hasta en un 70 %.
Cambiar el cristal no siempre es lo mejor
Además, un impacto como este no sólo debilita la estructura del
vehículo, sino que presenta otro problema. Con el tiempo, debido a las
tensiones que soporta el vehículo al circular y debido también a la
acción del agua, el viento, el frío y el calor, ese pequeño impacto será
el punto de partida de una grieta que puede acabar con el cristal, imposibilitando que prosigamos la marcha por el riesgo que conlleva.
“Pues se cambia, y listos”, diréis. Y sí, pero no. La gran mayoría de los golpes producidos por una piedra se pueden reparar.
Basta con que la zona afectada tenga un diámetro igual o inferior al de
una moneda de dos euros, y que el impacto no esté en el centro del
campo visual del conductor. Esto último se hace sólo para garantizar que
no haya ningún riesgo de que quede algún halo que nos moleste al
conducir.
“Pero yo prefiero un cristal nuevo”, diréis. Y – nuevamente – sí,
pero no. El impacto económico y medioambiental que supone el cambio de
un parabrisas no es comparable con el que supone una simple reparación.
Tenemos muy arraigada la cultura de usar y tirar, aunque con los tiempos
que corren todos estamos comprendiendo que a veces más vale un arreglo
de calidad que una sustitución. En el caso de las lunas, los datos de emisiones de CO2 cantan:
Actividad | Sustitución | Reparación |
---|---|---|
Fabricación | 31,5 kg | 0,6 kg |
Distribución | 3,6 kg | 0,1 kg |
Montaje | 3,9 kg | 3,4 kg |
Emisiones totales | 39 kg CO2 | 4,1 kg CO2 |
También en el aspecto económico hay diferencias notables. Se estima que reparar en vez de sustituir supone un ahorro del 80 %
en la factura. El ahorro en la cantidad de tiempo invertido en una u
otra acción es de un 75 %. En 2007, en Europa se sustituyeron 2,4
millones de parabrisas. Si el 1 % de ellos se hubiera reparado, esto
habría supuesto un ahorro de 333.600 toneladas de cristal.
Por sus características, el cristal laminado es costoso de reciclar
y sus usos posteriores son minoritarios. Tras someterlos a un proceso
de secado al sol, los cristales se trocean y se muelen de manera que
puedan utilizarse, por ejemplo, en la adición a las pinturas viales para
darles reflectancia, o también en algunos tipos de cerámicas. Todo lo
que sea alargar la vida de este componente imprescindible para la
seguridad vial como es el parabrisas, bienvenido sea.
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