lunes, 22 de octubre de 2018

GLORIETAS SURREALISTAS




Jorge Agustín Reyes Pulido 

Aunque parezca paradójico, Tunja tiene una de las facultades de ingeniería más reconocidas en el país: la Facultad de Vías y Transportes de la UPTC. Sin embargo, nuestro departamento ha asistido impávido a la construcción de una doble calzada – una parelela vial, la llaman algunos – con un diseño geométrico de hace sesenta años, y al deterioro – destrucción - de sus vías, tanto principales como secundarias.
Las dos situaciones han sido criticadas por nuestra Facultad, sin que hasta el momento su voz haya tenido eco ni en nuestra clase dirigente, ni en la opinión pública. Algo que llama particularmente la atención, en este estado de cosas, es el papel que juegan los Interventores[1], quienes se pronuncian a posteriori, cuando sobreviene una tragedia como la que generó el desplome del Puente de Chirajara y, que costó la vida a nueve trabajadores. 
La inauguración del Terminal de Transporte de Tunja, por circunstancias desconocidas, se posterga y se posterga, y visitándolo, impacta la infraestructura que la rodea. Las glorietas o rond points, que tienen algo de surrealista en su concepción, son glorieticas muy simpáticas.[2] Son tan pequeñas, como estrechas las vías que permiten su acceso. Si dos buses doble troque de dos pisos de compañías como Libertadores o Copetrán se encontraran  en una de estas glorietas, la movilidad colapsaría. Además, como son tan pequeñas, fue necesario hacer vías de entrada y salida para seguir hacia Bogotá,  hacia el centro de Tunja o hacia Sogamoso que, por su diseño, impiden ver si algún vehículo se aproxima por la carretera que viene de Chivatá, por citar un solo ejemplo, generando un gran riesgo para los conductores que no conocen este intrincado tejido vial.
Ya hemos tenido la oportunidad de ver accidentes, que, por fortuna, solo han dejado daños materiales y hemos esperado pacientemente, como acostumbramos los boyacenses desde hace doscientos años, a que las autoridades departamentales o municipales intervengan con el fin de lograr de la concesión BTS o de quien corresponda, la construcción de verdaderas glorietas, como la que existe en la casa del Gobernador o la Glorieta Norte, construida en los años 50s.
Si priman los intereses estrictamente pecuniarios, la calidad de estas obras puede no ser la mejor y el país es el único perjudicado. Gasto excesivo de combustibles, llantas y deterioro del parque automotor vienen a sumarse a este pesimista balance de ciertos sectores de la ingeniería colombiana. Nadie explica porqué cada cierto tiempo vemos cuadrillas de obreros en la tediosa labor de reparcheo de una calzada que escasamente cumple seis meses de servicio y cuyo pavimento, hasta el momento, nadie ha certificado ante la opinión pública (espesor, tipo de pavimento, pues unos son más abrasivos que otros, la resistencia por eje, etc.).
A cualquier ciudadano colombiano le asiste el derecho constitucional de interponer una acción popular para lograr, por vía jurídica, que Interventores, Concesiones y Consorcios asuman compromisos éticos que garanticen la calidad de las obras que licitan y, sobretodo, la vida de los usuarios. USTEDES TIENEN LA PALABRA.



[1] El problema semántico es que no existe una definición de tal palabra en el Diccionario de la Real Academia. Sin embargo, aceptemos, en gracia de discusión, que “Es la persona natural o jurídica (….), encargada de vigilar la ejecución de un contrato y de hacer cumplir las obligaciones que de este se deriven”.  
[2] Estas glorietas las puso de moda la Concesión BTS y ya las copió la administración municipal en Zalema.