Sergio de Jesús Ojeda Gómez
Abogado
Director del Centro Integral de Atención del Instituto
de Tránsito de Boyacá - ITBOY
Las
estadísticas oficiales y sus análisis serios nos muestran, casi que de manera continua, que los
accidentes de tránsito se producen fundamentalmente por causas humanas, sin
desconocer, obviamente, las causas naturales y físicas del vehículo y la vía.
Ahora bien uno de los problemas que se tienen
identificados desde la seguridad vial no hace
responsable directamente al Estado, por el contrario están identificados los actores
del tránsito (peatones, conductores, pasajeros), como los que presentan dificultad
desde la
esfera privada; me refiero a la deficitaria
capacidad de concentración como un aspecto generalizado que contribuye en
la generación de los accidentes de tránsito; esta dura afirmación
se emite por que cada uno de nosotros es responsable por sus actos, puede y
debe velar por evitar encontrarse con distracciones (externas, internas) que interfieren
con el ejercicio de la profesión, trabajo, actividad encomendados o propuestos,
máxime cuando se trata de una actividad de alto riesgo que exige total entrega (concentración);
es decir, que nada debe interferir con el máximo nivel de atención; los
estímulos de la familia y la sociedad se
orientarán a evitar hacer “caer en tentaciones” a conductores y peatones.
Este problema cognoscitivo (capacidad de conocer y
comprender) se refleja en una conducta descuidada, incapaz de
adaptarse a las diferentes variables o situaciones del tráfico vehicular,
generando un desequilibrio en términos de movilidad y seguridad. A pesar de que
la experiencia demuestra que la incapacidad de interactuar con equilibrio y
sobriedad se presenta cuando se distraen los recursos visuales, mentales,
auditivos, emocionales en una tarea diferente a la de la conducción del
vehículo automotor; persistimos en
distraernos voluntaria o involuntariamente. El conductor que comparte el celular y la conducción es tan irresponsable y
peligroso como el que mezcla la conducción habiendo ingerido bebidas alcohólicas
El problema de distraer los recurso propios
de los sentidos del ser humano y de las emociones comienza en los primeros años
de vida cuando el niño(a) tiene por misión su educación escolar y frente a los
trabajos o tareas del día siguiente quiere de manera caprichosa alimentarse,
simultáneamente con observar la televisión, atender el celular y estudiar; lo cual,
pareciera normal y habitual, pero que deja malos resultados académicos en esa
edad; dichos hábitos y costumbres inadecuadas terminan por forjar una
personalidad descuidada con bajos niveles de atención y por ende bajo
rendimiento.
Como esta visto, en líneas generales, el problema
no radica en incapacidad o dificultad para aprender, sino en tener una
personalidad dispersa, en la cual no somos conscientes de los efectos que ello
produce. La propuesta para reversar o reorientar este proceso toxico requiere la colaboración
decidida de la familia, la empresa, la academia de tal forma que permita a los
actores de la vía fijar la atención, concentrase en lo
que se dispuso hacer como proceso mental
voluntario, de tal forma que le permita razonar, responder
y decidir oportunamente ante cada una de la variables circunstanciales que se presentan
en el tráfico vehicular día a día.
Parece patológico y adictivo, el uso
de nuevas tecnologías de la comunicación, compartir simultáneamente dos o más
actividades, es decir que también se comparten funciones físicas y capacidades
mentales, lo que implica que las dos tareas se cumplen con un máximo rendimiento del 50% de lo ideal; con este porcentaje
cualquier labor es insatisfactoria, pobre, de bajo rendimiento etc.
Rendir al 50% como máximo compromete
la seguridad ciudadana, pues una
respuesta de este nivel no puede ser satisfactoria ni oportuna frente a los factores
de riesgo presentes en la conducción de vehículos automotores. Lo que sí se
puede afirmar es que compartir coetáneamente estas dos actividades conculca la seguridad
personal y la de los demás automovilistas, pasajeros, acompañantes y peatones.
Importante recordar que, por lo
general, para afrontar con éxito un riesgo sobre la vía, se requiere máxima
concentración para poder percibirlo, ya que se dispone de muy poco tiempo y
espacio; así planteado el problema se invita a quienes frecuentan la conducta
de conducir y comunicarse con su equipo móvil( celular, tabla,..) a no
sobrevalorar sus capacidades, a que no desestimen los riesgos y las molestias que puedan causar
a sus congéneres.
Estas conductas son objeto de
frecuentes requerimientos, pero solo se
logra la atención cuando las autoridades imponen las sanciones que contempla el
Código Nacional de Tránsito Terrestre Automotor; a pesar de ello existe la
tendencia a justificar, de cualquier forma eficaz, el comportamiento, sin pensar que no se
respeta a los acompañantes y/o pasajeros pues se les expone a riesgos
innecesarios, y se demuestra descomedidamente que es más importante el que está
al otro lado de la línea telefónica, que no les importa el problema de
movilidad que generan, aunque si protestan cuando otros obligan a reducir su
ritmo por la misma causa (“el espejo aún no se usa” ).
La recomendación es el uso excepcional y racional del celular pero
con manos libres, solo para informar que devolverá la llamada más tarde, de tal
forma que no interrumpa la concentración mental, que no divida la capacidad
de fijar la atención sobre la vía y que las dos manos puedan guiar el vehículo;
así se permite a los sentidos captar lo
que ocurra con oportunidad, de tal forma que se puedan advertir a tiempo los
peligros o cambios inusitados que se presenten a diario en el tráfico vehicular,
y contar con maniobras evasivas. Esa concentración permitirá en todo momento advertír
los descuidos que puedan cometer peatones distraídos y/o conductores de otros
vehículos, incluso los peligros propios de la vía y del medio ambiente.
Podría concluirse que el éxito
personal como conductor radica en la velocidad y precisión con que se realicen las
acciones evasivas que permitan evitar un
obstáculo; esto solo se logra dependiendo de la capacidad de atención, de la concentración,
grado de motivación y responsabilidad que se tiene para conducir. La pérdida de
movilidad en la ciudad y los accidentes
viales no siempre dependen del conductor; también, los descuidos (distracciones)
son propios de peatones, pasajeros y acompañantes de tal forma que lo expuesto es
válido para todos y en todo momento.
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