Archivo SEGVIAL BOYACÁ (Nov./2010): Toma fotográfica en la Avenida Norte de TUNJA. |
Cuando uno es adolescente, se empeña en ocasiones en demostrar lo bueno que es en algo, o lo mucho que sabe, o lo bien que se le da un deporte… incluso quiere demostrar lo que nadie le pide que demuestre. Quiere llamar la atención, y obtener la aprobación de otros para sentirse más a gusto.
A más de uno le he oído decir/leído “Yo sé conducir”. Perdona, pero meter primera y segunda en una urbanización o un camino de tierra no es saber conducir, es tener una idea de cómo hacer moverse a un coche. Incluso se lo oigo a los alumnos de autoescuela: “Yo sé conducir”.
Lo siento, pero no. Estás aprendiendo a circular, que no es lo mismo. Saber conducir es algo que viene con la experiencia, los kilómetros, y los años. Puede que a lo largo de una vida ni a base de kilómetros ni de años aprendas a conducir correctamente, de la misma forma que no todas las personas de 70 años son catedráticas de castellano a fuerza de escribirlo y hablarlo.
Vale, ha habido gente que se ha jugado el tipo y ha conducido en carretera abierta, con o sin acompañante adulto, incluso desde cuando tenían 12 años. Tenemos por ahí excepciones como “El Pera”, de niño ya era casi un delincuente que robaba y cogía coches… y ha acabado enseñando a la Guardia Civil el dominio del volante.
Pero me temo que hablamos de otro tipo de caso, el mayoritario, en el que un todavía niño se afana en demostrar que conduce, que tiene experiencia, que es maduro… cuando la madurez pasa por no pretender alardear de esas cosas y no se busca la aprobación externa de nuestras acciones (o nos trae sin cuidado).
Si tienes menos de 18 años y lees esto, por favor, fíjate bien en mis palabras. No sabes conducir. Puede que en un juego de coches puedas pegarme una paliza, y eso que he sido un jugón sin remedio, pero me temo que al mando de un coche de verdad, las cosas son muy distintas. Pero tranquilo, acabarás aprendiendo.
Llega un momento ansiado en el que ya tenemos carnet. Una vez obtenido el “rosa” (ahora es una tarjetita), ya sabemos conducir. ¡No! Hemos superado un examen que acredita que tenemos unas mínimas aptitudes, conocimientos, y por qué no decirlo, suerte. Pero eso no es saber conducir.
A otros les llega el momento cuando descuelgan la “L” al cabo del año. Ya saben conducir, y también se equivocan. Tienen un año más de experiencia, pero les faltan callos. Ya ni me sorprende leer que gente con la “L” recién horneada pretende dar lecciones de conducción deportiva y que ha “ganado” a cierto coche en una carretera pública.
Ni Fernando Alonso a los 18 años sabía conducir. Sabía pilotar, y se le daba mejor que lo que se me dará a mi en toda mi vida, pero no había circulado en el tráfico (al menos legalmente, hecho que desconozco). ¿Y los que iban en ciclomotores? Que levante la mano quien pueda dominar una moto de 1 litro habiendo llevado solo ciclomotores.
En fin, con el tiempo, ganamos experiencia, y dependiendo de cada persona, llega el momento en el que ya se considera un conductor magnífico, que ya sabe conducir. Mi abuelo dijo en uno de sus libros que hay tres tipos de conductores: los que no saben, los que saben, y los que creen que saben. Al último grupo pertenecemos casi todos.
¿Sé conducir? Bueno, a estas alturas, seis años y unos 200.000 km, diría que tengo una idea bastante fundamentada de lo que es, tras haber conducido más de 250 coches (un día haré el recuento). Pero admito que hay gente que conduce mucho mejor que yo, y desde luego, no lo sé todo.
Participé el otro día en un evento con varias actividades en las que por ejemplo había slalom cronometrado. Mis tiempos entraban dentro de la normalidad, pero el segundo o segundo y pico que me separaban de otros más veteranos, se me hacía imposible de conseguir. Sigo necesitando madurar más, no lo sé todo.
Desde luego, cuando un adolescente me dice que sabe conducir y pretende retarme, admito que me puede dar hasta risa, pero si me reta un tío de 50 años con la cabeza llena de canas… vale, no me voy a reír. A lo mejor el canoso este me pega un repaso que me deja tieso, mejor que no lo subestime.
Cuando uno presume de lo que sabe, cierra las puertas al aprendizaje. Entiendo que a Antonio Gala ya no le pueda enseñar el alfabeto o los tiempos verbales porque se reiría de mi. Pero habrá otras cosas en las que estos señores puedan aprender algo que no sepan o no dominen… no son dioses.
El arquetipo de conductor español es arrogante, se cree mejor de lo que es, y eso influye luego en las malas apreciaciones o los errores de medición. Cuando uno se cree que lo sabe todo… ¡apaga y vámonos! Dijo un gran sabio de la antigüedad: “Yo solo sé que no sé nada”. Su nombre era Sócrates, el maestro de Platón.
Al volante es mejor un poquito de humildad, reconocer que no dominamos totalmente el arte de la conducción, y que hay disciplinas que se nos escapan. Por ejemplo, Kimi Raikkonen es Campeón del Mundo de Fórmula 1, y en el Campeonato de Rallies su participación no es tan buena. También habría que ver a Sebastien Loeb en un Fórmula 1.
Una persona de por ejemplo 40 años que ni aprende ni quiere aprender, porque “ya sabe”, está haciendo lo mismo que cuando era un adolescente, pero de otra forma, y sin darse cuenta. Es un impulso muy humano, admito que a veces intenta poseerme y me lanza a querer demostrar que yo soy tal o yo soy cual.
Hay que abrir un poco nuestra mentalidad. Lo más seguro es que pertenezcamos a ese segmento de población “que cree que sabe”, por lo tanto no hay que negarse nunca a aprender, ni admitir errores, ni a corregirlos. Estudiantes hay muchos, pero sabios consagrados… poquitos, y ellos no suelen pregonarlo.
¿A que nadie se imagina a Stephen Hawking retando a alguien a decir las primeras 100 potencias de 2? Pues eso.
Nota de la Dirección: el texto fue transcrito de la Revista española Circula Seguro
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