lunes, 2 de julio de 2012

Las lunas del coche, responsables en un 30 % de la resistencia del habitáculo*

Posted: 27 May 2012 05:00 AM PDT
Parabrisas rotoSi un pequeño desperfecto en el cristal reduce la resistencia del parabrisas hasta en un 70 %,
podemos decir que esta señora tiene un buen problema de seguridad en su coche
Cuando hablamos de los parabrisas del coche, normalmente nos referimos a sus características como elementos de indudable valor en la seguridad activa del vehículo. Deben estar limpios, sin cortes ni rayaduras, deben permitirnos ver de forma diáfana... En fin, todo eso que ya sabemos. Sin embargo, en la calle normalmente no se considera demasiado el papel del parabrisas en la seguridad pasiva del vehículo, la que reduce los daños en caso de colisión.
Hasta ahora. Un estudio realizado por el Delegado de la UAB en la Escuela de Prevención y Seguridad Integral, Manuel Ballbé, y Yaiza Cabedo, del Equipo de Investigación de la UAB, para la empresa de cambio y reparación de lunas Carglass explica que los cristales del vehículo constituyen en un 30 % el sustento físico del habitáculo. En un vuelco, sin un parabrisas en buen estado, el coche se puede aplastar con mayor facilidad.
Los datos se nos dieron a conocer el pasado jueves en Barcelona, y lo cierto es que la documentación aportada da como para tomarse muy en serio la salud de los cristales del vehículo. La investigación en materia de lunas es constante desde hace años, y no es casualidad que en los últimos tiempos proliferen coches con techo de cristal. Sólo con los últimos avances en investigación y desarrollo ha sido posible conseguir vidrios de gran resistencia.
Ya hace tiempo que se constató mediante pruebas de choque realizadas por los fabricantes de automóviles que el parabrisas contribuye a que las deformaciones que se producen en el habitáculo durante una colisión o en un vuelco sean menores. De hecho, en los vuelcos en los que el techo se deforma hasta 10 centímetros, los cristales aguantan la estructura del habitáculo.

La eficacia del airbag depende de un parabrisas bien instalado

Vidrio laminado
El cristal laminado que incorporan los parabrisas, desarrollado para la industria de la automoción a partir de 1920, constituye un elemento clave para garantizar esta función. Las capas alternas de cristal y polivinilo butiral (PVB) confieren al vidrio laminado una extraordinaria resistencia, pero también otros materiales son clave para que el parabrisas proteja de forma suficiente a los ocupantes del vehículo.
Sin una adecuada fijación con elementos viscolásticos que distribuyan los esfuerzos que soporta el cristal, en caso de impacto el parabrisas puede salir despedido, perdiéndose esta base de resistencia para la carrocería del vehículo. Por otra parte, un elemento como el airbag del acompañante, que se suele desplegar hacia arriba, puede desprender un parabrisas mal fijado, desplazándose hacia el exterior y perdiendo eficacia a la hora de proteger al ocupante del vehículo.
Además, en un vuelco el mayor riesgo es que se expulse el parabrisas hacia fuera de la estructura. Si el techo o los cristales son demasiado débiles, los pilares de apoyo de la carrocería se deforman y se derrumban cuando el techo golpea contra el suelo. Hace tiempo que el parabrisas dejó de ser un mero aislante del exterior para convertirse en parte de la estructura resistente de la carrocería.
¿Adónde nos lleva todo esto? Simplemente, a considerar que la resistencia que ofrece el parabrisas es un punto clave en la seguridad pasiva del vehículo. Si el cristal no está bien, esta función se pierde. Se considera que un pequeño desperfecto en el cristal, provocado por ejemplo por el impacto de una piedra, reduce la resistencia del parabrisas hasta en un 70 %.

Cambiar el cristal no siempre es lo mejor

Impacto en un cristal
Además, un impacto como este no sólo debilita la estructura del vehículo, sino que presenta otro problema. Con el tiempo, debido a las tensiones que soporta el vehículo al circular y debido también a la acción del agua, el viento, el frío y el calor, ese pequeño impacto será el punto de partida de una grieta que puede acabar con el cristal, imposibilitando que prosigamos la marcha por el riesgo que conlleva.
“Pues se cambia, y listos”, diréis. Y sí, pero no. La gran mayoría de los golpes producidos por una piedra se pueden reparar. Basta con que la zona afectada tenga un diámetro igual o inferior al de una moneda de dos euros, y que el impacto no esté en el centro del campo visual del conductor. Esto último se hace sólo para garantizar que no haya ningún riesgo de que quede algún halo que nos moleste al conducir.
“Pero yo prefiero un cristal nuevo”, diréis. Y – nuevamente – sí, pero no. El impacto económico y medioambiental que supone el cambio de un parabrisas no es comparable con el que supone una simple reparación. Tenemos muy arraigada la cultura de usar y tirar, aunque con los tiempos que corren todos estamos comprendiendo que a veces más vale un arreglo de calidad que una sustitución. En el caso de las lunas, los datos de emisiones de CO2 cantan:
ActividadSustituciónReparación
Fabricación31,5 kg0,6 kg
Distribución3,6 kg0,1 kg
Montaje3,9 kg3,4 kg
Emisiones totales39 kg CO24,1 kg CO2
También en el aspecto económico hay diferencias notables. Se estima que reparar en vez de sustituir supone un ahorro del 80 % en la factura. El ahorro en la cantidad de tiempo invertido en una u otra acción es de un 75 %. En 2007, en Europa se sustituyeron 2,4 millones de parabrisas. Si el 1 % de ellos se hubiera reparado, esto habría supuesto un ahorro de 333.600 toneladas de cristal.
Por sus características, el cristal laminado es costoso de reciclar y sus usos posteriores son minoritarios. Tras someterlos a un proceso de secado al sol, los cristales se trocean y se muelen de manera que puedan utilizarse, por ejemplo, en la adición a las pinturas viales para darles reflectancia, o también en algunos tipos de cerámicas. Todo lo que sea alargar la vida de este componente imprescindible para la seguridad vial como es el parabrisas, bienvenido sea.

*Fuente: Revista Circula Seguro

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